martes, julio 14, 2009

Se evade o lo intenta con recursos de adolescencia con excusa –de es necesario– para salvar lo que queda, aspira, absorbe y sonríe al espejo del hotelucho de treinta y ocho dólares con cincuenta, no hay edad, siente igual, no resulta eso de olvidar y las ecuaciones no dan, intenta ir a la zaga en trampa cerebral para recordar cuando aun no existía y descubre el erial, la sombría ausencia de lo que no conoce, de la soledad… de la que hablaba ella, de la alienación de sentirse lucero y no brillar, de creer sonreír porque se muestran las muelas o de ser feliz porque hueles a Cartier o Ralf Laurent.
Flota, la cabeza es globo de decadencia y el procedimiento de separar capas no lo alienta, lo ha imaginado todo y sabe que no hay otro ciego que pueda leer Braille en las pecas, que aun si así lo hace no descubrirá el código que las acelera y la hace magenta, helio que se eleva… sonríe su frenética elocuencia, sonríe al espejo y se auto engaña con imágenes, con noticias viejas de trescientos y tantos años, de heroísmos y violencias de lacayos, damiselas, romances y promesas, cerrando así el circulo extremo de su creencia… de su lengua seca que toca el extremo de otra vez ella, o quizás sólo es el azogue imperfecto o el estimulo contaminado que convierte la sonrisa en mueca, ojala.

Ángel Rivero
Julio 14, 2009

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